Recuerdas la última vez que te hiciste esta pregunta? En la consulta de un fisioterapeuta nos la hacen a diario…
Te caes como un sapo en medio de la calle, golpeándote contra el hombro (porque ante todo..no hay que soltar el bolso!), llegas al trabajo y tus compañeros corren a ponerte frío en el hombro “¡Ponte hielo!”, le cuentas tu golpazo a tu madre por teléfono y te dice “Cuando llegues a casa, te enciendes la manta eléctrica y descansas…. Después de una ducha calentita que te deja como nueva tu marido se ofrece a darte unas “friegas” caseras con una crio-gel que él usa para después del entrenamiento que te congela la zona. Te vuelves a poner la manta eléctrica. Pides cita con tu fisio al día siguiente y te planta la lamparita de calor….
Pero, ¿que debemos hacer? ¿Aplicar calor o frío? Si preguntas a la gente que te rodea, escucharás consejos de todo tipo, contradictorios en muchas ocasiones…
Tanto el calor como el frío son buenos aliados contra las lesiones, ambos recursos pueden ser muy útiles si sabemos cuándo aplicarlos. No obstante no debemos olvidar que si es una medida de primeros auxilios debe ir acompañada de una visita al médico o tu fisioterapeuta.
El frío ayuda a aliviar el dolor y a rebajar la inflamación en lesiones como esguinces, golpes, o dolor muscular tras un intenso esfuerzo. Lo ideal es aplicar el frío durante las primeras 72 horas, para provocar un efecto sedante y relajante. Si han pasado más de esas 72 horas nunca lo aplicaremos, pues dificulta la regeneración tisular.
Frío en …
- Golpes
- Esguinces, torceduras, luxaciones, fracturas.
- Pequeñas roturas de fibras por sobrecargas o contusiones.
Para aplicar frío la mejor opción casera es utilizar bolsas de guisantes congelados o bolsas de gel previamente enfriados en el congelador, puesto que si aplicamos cubitos de hielo, no vamos a conseguir que el frío alcance todas las partes de una articulación. Ojo! Siempre, evitando el contacto directo con la piel, para evitar quemaduras, si!!! El frio quema y mucho!
La aplicación debe durar unos 5-10 minutos, máximo 15 (para evitar el “efecto rebote”). Cuando la temperatura de la piel baja en exceso, el cuerpo responde con una vasodilatación para que llegue más sangre a la zona y ésta no sufra quemadura por frío, y descansa durante dos horas. El frío hará que la circulación de la sangre sea más lenta en esa área y el dolor y la inflamación disminuyan. Si dejamos mucho tiempo el frio en la zona dolorida, el cuerpo volverá a enviar sangre a la zona para recuperar la temperatura y esto puede producir que se reavive la sensación de dolor.
Cuando no exista hinchazón en la zona es mejor optar por el calor. Por ejemplo en casos de dolor articular, dolor cervical, artrosis y contractura muscular. El calor produce un aumento del flujo sanguíneo , mejorando el aporte de nutrientes a los tejidos doloridos, haciendo disminuir la sensación de dolor, aumentando la elasticidad y plasticidad de los músculos afectados, mejora la contractibilidad del músculo y disminuye la rigidez articular. No es un tratamiento en sí, pero sí una gran ayuda.
La aplicación de calor se debe hacer durante 20 minutos aprox. con un máximo de 30 minutos seguidos y con descansos de 2 horas. Las aplicaciones de calor pueden realizarse utilizando una manta eléctrica, bolsas de agua caliente, duchas calientes, etc.
Nunca pongas calor encima de una zona sobre la que se hayas puesto cremas o sprays de efecto calor, ya que que la suma de los mismos puede provocarte quemaduras severas. Además, el calor excesivo puede provocarte una bajada de tensión e incluso mareos.
Calor en….
- Contracturas musculares y lesiones por esfuerzo excesivo
- Dolor cervical y lumbalgia
- Dolores articulares (rigidez, tortícolis, malas posturas)
- Artrosis
- Dolores menstruales
- Antes de entrenar (para aumentar la flexibilidad y evitar lesiones)